
Mi viaje coincidio con su fiesta nacional más importante y ahí estaba yo, sentada frente a la Torre Eiffel, rodeada de franceses, viendo como fuegos artificiales salían de la propia torre y sus cercanías, en una imagen preciosa con la Marsellesa sonando de fondo.
Entonces le mire a él y le vi tan orgulloso de pertenecer a eso, de ser francés, yo nunca he tenido un verdadero sentimiento de orgullo por haber nacido o vivido en un sitio, siempre me enseñaron que era algo aleatorio y me gusta pensarlo así, pero a la vez en ese momento sentí un poco de envidia, de pertenecer a algo, a un grupo de personas, a sentirme orgullosa de "mi" país y de sentir esa alegría por estar celebrando ese día.
Recuerdo que cenamos en un restaurante pequeño muy chulo, que previamente habíamos estado paseando por las calles de París, cruzando sus puentes, por esas mismas calles donde todo paso hace pocos días. Y aunque me niego a poner su bandera o pensar que merecen venganza, si que siento una tristeza en el corazón estos días que tampoco voy a negar. Y un alivio al saber que él no estaba allí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario